El mes de agosto comenzó con nuevas remarcaciones en alimentos, productos de consumo masivo y vehículos, luego de que el tipo de cambio oficial superara la barrera de los $1.300. La suba del dólar mayorista —que cerró julio con un aumento del 14%— ya se traduce en incrementos que superan ampliamente el dato de inflación de junio, que fue del 0,5% para alimentos y bebidas según el INDEC.
Empresas líderes del rubro alimenticio como Molinos Río de la Plata anunciaron subas de entre el 6% y el 9% en productos básicos como fideos, harinas y aceites. Otras firmas del sector también comenzaron a ajustar precios de azúcar, polvos para repostería y lácteos. En paralelo, se esperan aumentos inminentes en productos de limpieza e higiene personal.
El impacto también alcanza al mercado automotor. El grupo Stellantis (Fiat, Peugeot, Jeep, RAM, DS) aplicó incrementos de hasta el 12% en sus modelos. Ford ajustó sus precios entre un 1% y un 4%, y se prevén más subas en otras terminales en los próximos días.
Desde el Gobierno sostienen que cuentan con herramientas para contener la volatilidad cambiaria y minimizar su impacto en precios. Sin embargo, el inicio de agosto marca un punto de inflexión: las empresas trasladan sus costos al consumidor en un contexto de fuerte incertidumbre económica y con márgenes de rentabilidad cada vez más ajustados.
Mientras las consultoras privadas estiman que la inflación de julio se mantendría en niveles moderados, la realidad en las góndolas parece otra. La combinación de aumentos en productos esenciales, salarios deteriorados y pérdida de poder adquisitivo profundiza la desigualdad y debilita el acceso a bienes básicos.
Desde la Unión de Usuarios y Consumidores alertamos sobre esta dinámica que afecta de manera directa a los hogares, en especial a los sectores más vulnerables. Es urgente implementar medidas de regulación y control que garanticen precios justos y eviten que la especulación se imponga sobre los derechos.